1.- LA EXPERIENCIA ESPIRITUAL, FUNDAMENTO DE LA VIDA.
La espiritualidad es una forma de ser, de pensar, de relacionarse y de vivir. Para nosotros cristianos, la dimensión religiosa vivida en la Iglesia de Jesús, nos da el lenguaje, la comprensión, los rituales y símbolos que ayudan a estar en presencia del amor trinitario de Dios en sus tres manifestaciones: Dios creador, el padre lleno de amor incondicional y de misericordia fiel y paciente por su pueblo. Dios Espíritu Santo, vida, luz, fuerza, animo, el inspirador y guía de la Iglesia en todo momento. Dios Hijo: Jesucristo, quien vivió todas las realidades humanas y por amor se entregó hasta el extremo para ser nuestro Salvador y liberador.
También contamos con la Iglesia, que es la comunidad de creyentes que se apoyan en esta búsqueda de vivir las gracias de Dios, a través de reunirse como Cuerpo, Familia, Comunidad, como hermanos y hermanas, para caminar juntos, reconocer su Presencia en la Historia, para escuchar y compartir la Palabra viva de Jesús, agradecer y celebrar los acontecimientos de la vida y seguir construyendo el sueño grande de Dios: reunirnos alrededor de su mesa para celebrar el banquete de los hijos e hijas de Dios.
Dios nos quiere y nos acepta como somos, nos invita a todos a recorrer su camino. Nos invita a seguir un camino de paz, plenitud, felicidad. Construir ese andar puede ser difícil, puede llevar tiempo, esfuerzos, idas y vueltas. Pero allí está para apoyarnos. Con la contemplación, oración, el apoyo de nuestros seres queridos y personas que se nos acercan, es posible. Dios siempre nos recibirá con mirada amplia y comprensiva, con los brazos abiertos y estará esperándonos a que nos unamos a Él. Por eso, lo que da consistencia y fortalece la vida de todo creyente es la certeza de ser hija/o de Dios, ser muy amada/o, aceptada/o y querida/o por ser único/a, original, irrepetible y con un amor incondicional, fiel, paciente y respetuoso, permanente; como para vivir pensando: “si alguien me ama así, con esa incondicionalidad, mi vida tiene sentido”. Por el contrario, cuando falta esa experiencia, especialmente en los primeros años de vida, la persona puede verse mermada, insegura, temerosa, no digna de ser amada, como que tiene que ganarse el amor de los demás con gran esfuerzo, y no siempre lo consigue.
2.- EL AMOR SALVADOR DE DIOS, OFRECIDO COMO SALUD PLENA.
“Podemos decir que Jesucristo es el anuncio y el ofrecimiento de la salvación de Dios bajo forma de salud. Este es un dato fundamental que determina toda su acción evangelizadora y del que ha de arrancar nuestra reflexión. Toda la actuación de Jesús queda resumida en la memoria de la primera comunidad de esta manera: «Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el maligno, porque Dios estaba con él» (Hechos. 10,38). La presencia de Jesús, el mensaje que anuncia, los gestos que realiza están orientados a promover vida y salud.
Esta acción sanadora de Jesús no es algo secundario sino el rasgo que mejor caracteriza al Enviado de Dios. Las curaciones que Jesús opera a nivel físico, sicológico o espiritual son el símbolo más expresivo, la parábola más gráfica de la salvación que Jesús aporta, la experiencia donde mejor se condensa e ilumina el sentido de toda su acción salvadora. Por eso, Jesús no realiza curaciones de manera arbitraria o por puro sensacionalismo, sino como una actividad que conduce a los enfermos, los humillados, los abatidos a experimentar la salud como Buena Noticia de la salvación y del amor preferencial de Dios por ellos.
Pero no hemos de pensar sólo en las curaciones. Es toda la actuación de Jesús la que promueve salud integral: su condena de los mecanismos inhumanos, discriminatorios y destructivos de la sociedad judía, su resistencia y rebeldía contra tantos comportamientos patológicos de raíz religiosa, su lucha por crear una convivencia más solidaria y fraterna, su ofrecimiento del perdón reconciliador de Dios
que libera a las gentes de la culpabilidad y la ruptura interior, su ternura hacia los maltratados por la vida o la sociedad, su ayuda para recuperar un corazón más limpio y atento al Espíritu de Dios, su llamada a liberarse del miedo y la inseguridad para vivir desde una confianza absoluta en el Padre. En realidad, las tradiciones evangélicas nos describen a Jesús como alguien que pone en marcha un profundo proceso de sanación tanto individual como social: «El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido» (Lucas 19,10). Por eso, el cuarto evangelio entiende toda la vida y la actividad de Jesús como «biofilia», es decir, creación de vida: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Juan. 10, 10).” (Pagola, 2002, p.1-2).
3.- PERFIL DE UN ESTILO PASTORAL TERAPÉUTICO.
Algunas pistas para cultivar en el interior de la comunidad cristiana un estilo pastoral más sano y sanador.
“Autenticidad. Según C, Rogers es «el más básico entre los criterios del terapeuta». Autenticidad significa capacidad para estar en contacto consigo mismo y «sinceridad comunicativa». La autenticidad exige renuncia a la fachada profesional y a la seguridad que proporcionan las apariencias; vivir en la verdad y en la veracidad; cultivar un estilo de vida sencillo; buscar la calidad más que lo cuantitativo. Las personas auténticas crean un clima de autenticidad sana y sanadora.
Estima. Otra actitud terapéutica básica es la estima positiva de las personas. Según C Rogers, la ayuda sanadora será tanto más efectiva cuanto mayor sea la estima que se siente por la persona. Estima significa, en concreto, aceptación del otro tal como es, interés no posesivo, búsqueda fiel de su bien real, confianza en las posibilidades que se encierran en esa persona, valoración de su carácter irrepetible y original, respeto a su trayectoria personal, ayuda a su crecimiento y autonomía.
Empatía. Esta actitud sanadora significa, por una parte, sintonizar con la otra persona, situamos en su «pathos», vibrar con lo que vive, siente, goza o padece. Al mismo tiempo, exige no depender de esa persona, mantener la distancia necesaria para poder ofrecerle una presencia sanante desde el propio ser.” (Pagola, 2002, p.6).
4.- PROCESO DE LA SANACIÓN INTEGRAL DE JESÚS A UN HOMBRE OPRIMIDO.
Se encuentra en Lucas 8, 26-39 (también muy parecido en Mateo 8, 28-34, en Marcos 5, 1-20). Vamos a contemplar el proceso que realiza Jesús para sanar de manera integral a un hombre que sufre casi todas las pobrezas y exclusiones de aquel tiempo. En él podemos reconocer a tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo poseídos, atados, esclavizados, excluidos de toda vida humana normal y de toda relación, incapaces de poderse liberar de todas sus opresiones, dejados ya como imposibles, auténticos “muertos en vida”.
“Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo. Él habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.
Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: – «¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!».
Porque Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu inmundo!«. Después le preguntó:- «¿Cuál es tu nombre?«. Él respondió: – «Mi nombre es Legión, porque somos muchos«. Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.
Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus le suplicaron a Jesús: – «Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos».
Él se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara –unos dos mil animales– se precipitó al mar y se ahogó. Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados.
La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquellos espíritus, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.
En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: – «Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti». El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.”
Estamos invitados a fijarnos en varios elementos clave:
– Jesús pasa de la región judía, a la otra orilla; pareciera que los discípulos no se atreven; El desembarca en esa tierra de paganos: quiere ayudar a su comunidad a enfrentar sus temores y resistencias para acercarse a los lugares de inhumanidad.
– Va al lugar de los muertos, al cementerio, donde viven los excluidos, sin temor a contaminarse, “ el hombre poseído vagaba por los sepulcros»: Es decir, estaba muerto ya para el resto de la sociedad: no tenía remedio.
– La intervención de aquella sociedad sobre él consistía sólo en ponerle grilletes y cadenas: es decir, sólo medidas de contención, represión, con intención de tenerle apartado y evitar los daños que este endemoniado pudiera realizar a los demás.
– Tenía muchos demonios: es decir, estaba aquejado de muchos males, tenía muchas problemáticas, muchas pobrezas, muchos dolores, … ya no era considerado como persona, era… «un endemoniado».
– No había relación personal de él con los demás, a lo sumo sólo trataban de «dominarlo»… porque sencillamente le tenían miedo.
Ante esta situación Jesús adopta las siguientes actitudes:
– Jesús no se aparta de él cuando nada más desembarcar en la región de Gerasa este hombre se le acerca, sino que lo recibe, se deja encontrar por él.
– Lo reconoce como «hombre», como ser humano, al increpar a los males que le atormentan exigiéndoles que salieran de él.
– Entabla relación, lo mira a la cara, con respeto, aceptación y profundidad, se acerca al núcleo de su persona: «¿Cómo te llamas, desde hace cuánto tiempo estas así, de donde eres, que te pasó, …?».
– No interactúa con miedo ni desde el miedo hacia esta persona atormentada por todos sus males sino que libre de ese sentimiento busca el bien de la persona y le libera de todos los demonios.
– Con su actuación Jesús denuncia toda la injusticia y opresión que sufría ese hombre y todo el sistema social que lo mantenía de esa manera.
Tras la curación:
– Descubren a “un hombre sentado: con paz interior, pacificado; vestido: con la dignidad recuperada; en su sano juicio: consciente y dueño de sí mismo”.
– La gente del lugar ya se había acostumbrado a las penalidades de este hombre: era considerado como «parte de su paisaje», algo connatural, era así y no tenía arreglo; pero ahora, al escuchar lo que ocurrió con el hombre y con los cerdos, tienen que elegir: la libertad que trae Jesús o la riqueza y explotación de los demás a la que estaban acomodados.
– El hombre que había sido curado ha encontrado la Salvación, se ha encontrado con el Salvador, con la salud plena que le trae Jesús Cristo y… quiere seguirle, estar con Él siempre a partir de aquel instante.
– Pero Jesús no lo saca de su historia, su lugar no está fuera de su pueblo, sino que ahora tiene que construir su propia dignidad, con los suyos. ( la salvación es gratuita, no es proselitista ) Le dice que «lo que tiene que hacer es anunciar la Salvación que en él se ha producido a su familia, a sus amigos, en sus ambientes más cercanos»: ésa es su tarea.
– Transmitir que el motivo de la actuación de Dios es LA COMPASIÓN, que ese es su rasgo más característico y que nos lo ha regalado a las personas para que podamos sentir también nosotros lo mismo y realizar las mismas acciones.
5.- CUESTIONES PARA NUESTRA REFLEXIÓN.
Si hacemos un paralelismo entre aquella sociedad y la nuestra, entre este relato y también el relato de nuestra cotidianidad, hallaremos sorprendentes coincidencias.
Estas coincidencias nos pueden ayudar a caer en la cuenta de que hoy nos hallamos en una situación parecida con tantas personas, que por sus dependencias de las drogas, se las llama “muertos andantes, muertos en vida “ y ante los cuales nos podríamos hacer muchas preguntas para descubrir juntos como practicar este proceso de Jesús. Desde hace casi un año, tenemos en la Iglesia un regalo que nos hizo el Papa Francisco para ayudarnos a descubrir una nueva mirada a toda realidad humana desde la mirada amorosa de Jesús, la Exhortación “La Alegría del Evangelio”.
En ella nos dice en el número 210. “Es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios tangibles e inmediatos: los sin techo, los toxico dependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados, etc. Los migrantes me plantean un desafío particular por ser Pastor de una Iglesia sin fronteras que se siente madre de todos…”
211. “Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: « ¿Dónde está tu hermano? » (Gn. 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado? No nos hagamos los distraídos. Hay mucho de complicidad. ¡La pregunta es para todos! En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda.”
212. “Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos. Sin embargo, también entre ellas encontramos constantemente los más admirables gestos de heroísmo cotidiano en la defensa y el cuidado de la fragilidad de sus familias.”
6.- LA MADUREZ Y LA SALUD EN LAS RELACIONES HUMANAS.
Para crecer de manera sana y madurar como persona, es necesario ir desarrollando de manera armónica estas tres dimensiones, también para prevenir como para cuidarse del abuso de las drogas que generan dependencia y frustración:
LA FE, LA CONFIANZA, confiar en los demás y confiarse
LA ESPERANZA, esperar y no desesperar
EL AMOR, amar a los demás y dejarse amar, ser amado.
Estas son las llamadas tres “virtudes teologales” son dones de Dios. Es necesario abrirle nuestro corazón a Dios, confiar en Él y dejar que estas virtudes que están en nosotros desde el bautismo nos conduzcan por el buen camino. Un camino animado por Dios. Tenemos que
centrarnos en Él y no en nosotros. Mientras estemos centrados solo en nosotros mismos, llenos de angustia y miedo, estamos cerrados. Confiemos. El primer paso es la fe.
Fe es: confianza. Me fío del otro. Me abro al otro. ¿Quién es el otro? El otro es Dios y las demás personas. Fe en que voy a encontrar un sentido concreto a mi vida.
Esperanza: espero con confianza. Me concibo como un ser en construcción. La vida humana transcurre en el tiempo. Me alimento del pasado, vivo y decido en el presente, me proyecto al futuro. Las adicciones nos centran demasiado en el presente. Ampliemos la perspectiva. La culpa por los errores es buena si la transformamos en responsabilidad hacia el futuro, para cambiar, aprender.
Amor: confío, construyo con otros, doy vida a los proyectos. El amor es una dinámica donde todos los valores se ven aumentados. El que me ama, ve en mí mi potencial. El amor agudiza la mirada.
Cuando me abro a la fe, esperanza y amor, empiezo a encontrar el sentido de mi vida. No es algo abstracto, alejado. El SENTIDO DE LA VIDA es muy concreto. En general las personas encuentran sentido a su vida de estas maneras:
RECIBIR: valorar lo que tengo, disfrutar la naturaleza, el arte, disfrutar la compañía, el cariño y amor de los demás.
DAR, CONSTRUIR: el trabajo, el estudio, la participación en movimientos/causas sociales o políticas, el cuidado de la casa, el cuidado de los niños, los ancianos y los enfermos. El cuidado de mí mismo.
ACTITUDES: fortalecer actitudes sanas frente a las dificultades, los sufrimientos, las culpas y pérdidas: dignidad, fortaleza, honestidad, integridad, responsabilidad, cariño, comprensión, etc…