Adaptación del Mensaje del Equipo de Espiritualidad y Formación del Secretariado de Caritas de América Latina y el Caribe (SELACC).
“Llevamos este tesoro en vasijas de barro”
Este pequeño aporte va en otra línea que nos inquieta: la teología, eclesiología y espiritualidad que nos anima y orienta, la que da sentido a todo lo que hacemos y decimos.
Vemos con preocupación el florecimiento de mensajes que -bajo la intención de ayudar a las personas a vivir esta situación de excepción nueva e inesperada- pueden desorientar y promover imágenes de Dios distantes a las reveladas por Jesús, el Maestro a quien seguimos.
Es un momento de máxima responsabilidad y se juega aquí la Iglesia del futuro.
Después del “covid 19”, ¿avanzaremos en la línea del Concilio Vaticano II, que nos invitó a volver a las fuentes de nuestra fe cristiana, vale decir a Jesús-Evangelio-Buena Noticia?
O, por el contrario, ¿retornaremos a una Iglesia preconciliar en su estructura y en su menaje?
Este no es un documento ni un manual a seguir en nuestras prácticas, es un llamado a la reflexión sobre las imágenes de Dios que estamos proponiendo y una breve orientación para sacerdotes, religiosos y laicos que a diario emiten mensajes en las redes.
“Llevamos este tesoro en vasijas de barro” Somos vasija frágil, lo sabemos. Pero hoy más que nunca estamos llamados a cuidar el tesoro de la fe en y de Jesús, plena revelación del Padre, y a no mezclar ni corromper ese tesoro con la basura de nuestros miedos y resabios paganos.
“No es impío el que dice no creer en los dioses sino el que cree mal y les atribuye rasgos impropios”. Esto lo decía un filósofo antiguo. Pero la suya es muy buena advertencia hoy para nosotros y nosotras, seguidores de Jesús.
Nuestras imágenes de Dios nunca serán Dios. Dios no cabe en ninguna imagen, pero Jesús es el criterio (“norma normans non normata”) para nuestra fe, es en su revelación en que debemos fiarnos para cuestionar las imágenes de Dios, estar siempre atentos al peligro de ser impíos y pregonar imágenes de Dios equívocas o superadas por la revelación divina en su Hijo.
“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño, pero cuando llegué a ser adulto, dejé las cosas de niño” (1 Co. 13, 11) Esto que San Pablo le dice a los Corintios en el siglo I, debería iluminarnos en el siglo XXI. La Ilustración (con sus luces y sus sombras) nos ha permitido hacer una lectura crítica, no fundamentalista, de los textos bíblicos. Luego, hace ya más de 50 años, el Concilio Vaticano II aprueba y promueve esa hermenéutica crítica a la luz disponible de las ciencias (DV 12).
Es absolutamente inadmisible usar hoy textos apocalípticos sea del Antiguo como del Nuevo Testamento, extrapolándolos, es decir sacándolos de contexto, y planteándolos como predicciones de esta pandemia, o peor aún presentándola como “castigo divino”,.
Es muy irresponsable –además de egoísta- proponer oraciones y prácticas propias del mundo pre-moderno y pre-científico a fin de “salvarnos” de la enfermedad.
Exhortamos a sacerdotes, religiosos y cristianos todos, a ser muy cuidadosos con los mensajes emitidos o repetidos. Somos responsables de un aporte lúcido y coherente con el Evangelio.